Un niño de siete años de edad quería saber para qué había nacido, y se lo preguntó a su papá. El papá le dijo que él y su mamá habían orado pidiendo a Dios un niño. El pequeño interrogador no quedó muy satisfecho e hizo otra pregunta: “¿Eso es todo?” Entonces el padre explicó lo mejor que pudo a su hijito que Dios tiene un propósito para cada persona y por lo mismo le conserva la vida; y que tal vez Dios quería usarlo de alguna manera. No mucho tiempo después el niño trepó a un árbol y accidentalmente se cayó y quedó herido de gravedad. Todas las personas que lo veían creían que no viviría; pero Dios hizo el milagro de conservarle la vida. Cuando el niño pudo pensar normalmente, dijo: —Papá, tú me dijiste que tal vez Dios quería usarme, ¿te acuerdas? El padre contestó: —Sí, hijito. Y el niño agregó: —Tal vez por esto Dios no quiso que yo muriera en este accidente. —En seguida, con lágrimas en sus ojos, agregó—: Espero poder hacer aquello para lo cual Dios me devolvió la vída.
Te deseo que Dios te bendiga el siguiente año y que sigas haciendo aquello para lo cual el te creo y si no conoces tu propósito, que en este 2010 lo descubras.
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